En estos tiempos de tantas convalecencias, siempre es bueno celebrar cuando un paciente sale de terapia intensiva, respira sin aparatos, cicatriza la traqueotomía y logra abrir los ojos. Acaso balbucea algunas palabras y ya levanta la cabeza.
Pero pensar que ya está listo para el alta, y negar la posibilidad de una recaída puede llevar a un pronóstico equivocado. Inclusive ignorar los efectos secundarios de esa terapia de shock puede llevarlo de vuelta al quirófano.
El discurso y la propaganda oficial celebran el fin de la hiperinflación en Venezuela. También pregonan que la economía salió corriendo del hospital y vuelve a crecer tras una depresión de siete años que pulverizó entre 75 % y el 80 % del Producto Interno Bruto (PIB).
Las buenas noticias siempre son bienvenidas, y a nadie le conviene el estancamiento, la pobreza y la hiperinflación. Pero es necesario calibrar la dimensión real de este escenario y sobre todo si podremos esperar una recuperación sostenible.
No hay cifras oficiales que sustenten las promesas del Gobierno, mucho menos sus detalles. Es como si el médico de cabecera declarara curado al enfermo, sin ni siquiera mostrar un perfil 20, muchos menos una tomografía.
Consenso
No obstante, el consenso entre economistas es que en efecto en 2021 Venezuela superó la hiperinflación (menos de 50 % mensual por un año). Aun así, tenemos la tasa más alta del mundo.
También se dice que la economía se estabilizó en 2021, con un ligero avance. Pero es como si uno se hubiera ido en caída libre por el hueco del ascensor hasta el sótano 80 de una hipotética torre asiática, y ahora esté emergiendo hasta el piso menos 78.
Viéndolo en frío, el gobierno chavista ha hecho pocos aspavientos considerando el tamaño de estos problemas para el venezolano común.
Si esos datos estuvieran bien sustentados, el chavismo haría toda una campaña de información y persuasión en los medios públicos y privados acerca de la importancia de superar la tercera hiperinflación más larga de la historia y la única gran depresión en país alguno en tiempos de paz.
Pero más bien ha sido modesta la proclama. Ni siquiera hay una declaración oficial del fin de la hiperinflación, ni promesas bien construidas de que los próximos meses serán mejores. Eso ayudaría a estimular las expectativas de consumidores, inversionistas, asalariados y trabajadores por cuenta propia.
El Banco Central de Venezuela se limitó a reportar unas cifras de inflación de 7,6 % en diciembre. Y la inexistente oficina nacional de estadística sigue con sus datos anclados en la noche de los tiempos.
En un país sin acceso a la información pública, que está fuera de las estimaciones regionales del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional justamente por falta de datos confiables, queda confiar en las promesas y proclamas del oficialismo.
O mejor, en los estudios serios independientes, y en la experiencia personal para tener una mejor idea de lo que está pasando.
Ancla cambiaria
En un reciente informe del Credit Suisse, titulado “Chavismo por un tiempo”, el banco mantiene su previsión de crecimiento del PIB real para 2022 en 4,5 %, gracias al impulso traído desde 2021 (estima 8,5 %.)
Esas previsiones se comparan con una caída de -25 % en 2020 y de -35 % en 2019. Otra vez, cuando vienes de un desplome de 50 % en solo dos años, es fácil avanzar 8,5 % y que el gobierno lo venda como un despegue.
Los expertos del Credit Suisse lo atribuyen a una mejora de la producción de petróleo, “que ha seguido sorprendiéndonos al alza”, a la profundización de la dolarización, el aumento de las importaciones, la mejora de los ingresos fiscales, al aumento de la movilidad (de la gente en medio de la pandemia).
Sobre la hiperinflación, sostienen que el proceso parece estar mejorando, con tasas en un digito de septiembre a diciembre de 2021.
La dolarización en las actividades cotidianas y la mejora de la oferta de bienes probablemente han tenido un efecto favorable, agrega.
“Pero la clave de la reciente mejora de la inflación ha sido la intervención del Banco Central en el mercado de divisas”, lo que mantiene el tipo de cambio contenido y proporciona un ancla nominal a la economía.
“Esto será sostenible mientras el sector petrolero siga proporcionando los fondos para ello. Prevemos que la inflación general anual cerrará 2022 en torno al 150 %, frente al 686 % de 2021”, sentencia.
El Dr Maduro
En 2021 se crearon “las condiciones precisas para emprender la recuperación económica del camino del crecimiento y de la gesta de diversificación de las fuerzas productivas en Venezuela”, afirmó Nicolás Maduro ante la Asamblea Nacional.
En su mensaje anual machacó otra vez el discurso oficial: “luego de cinco años de persecución financiera, bloqueo, boicot económico y comercial, hemos logrado activar las fuerzas económicas reales de la sociedad venezolana”, dijo ante una audiencia con aplausos asegurados.
En el tercer trimestre la economía creció 7,6 %, proclamó.
“Y las instituciones especializadas estadísticas proyectan un crecimiento en el año 2021 superior al 4 por ciento, lo cual es un logro maravilloso de nuestro país”, dijo.
Mencionó un crecimiento de las importaciones en 33 %, “hechas por los propios privados, en una economía real sostenible, sustentable”.
La “explosión económica comercial” que hubo en el trimestre de octubre, noviembre y diciembre “fue casi el doble del resto de los tres trimestres anteriores del año 2021”, dijo.
Anunció un aumento de 4,9 % del consumo de los hogares, de 8,7 % del consumo de gobierno, de 3,1 % de la inversión, de 4,9 % de las exportaciones.
En diciembre se logró “un importante hito al llegar a la producción de 1 millón de barriles diarios con inversión única y exclusiva nacional. Este año tenemos como meta llegar a los 2 millones de barriles diarios”, prometió.
Maduro no precisó si esa cifra ocurrió en un solo día. Pero el último informe de la OPEP da cuenta de que el gobierno venezolano le reportó una producción de 871.000 barriles por día (bpd) en diciembre, y de 636.000 bpd en el año.
No está claro cómo logrará PDVSA alcanzar dos millones de barriles en 2022.
Las fuentes secundarias –una valiosa información con datos del propio mercado- ponen la vara más alta: revelan una producción de 681.000 bpd en diciembre para un promedio de 545.000 bpd en todo 2021.
El año feliz
Para Maduro, el crecimiento de la producción petrolera, de oro, del turismo, de la industria, del comercio, del sector financiero, la agricultura y la agroindustria; la expansión del mercado interno y del comercio, marcan 2021 “como el primer año de la recuperación y del crecimiento económico de Venezuela”.
Las promesas abundan: “esperamos que este año 2022 sea un año para mantener el crecimiento económico de la economía real”.
Celebró la estabilidad cambiaria y que el dólar paralelo creció en un promedio de 3,3 % mensual en cinco meses; contrastando con los años 2019, 2020, cuando se elevó inclusive 100, 150 y hasta 200 % en un mes.
Palabras y realidad
Insistió en que en 2021 el gobierno entregó 500.154 viviendas construidas.
La cifra, difícil de probar, equivale a la entrega de 1.370 viviendas nuevas cada día, incluyendo fines de semana y feriados. Una vivienda por minuto.
Como el discurso aguanta todo, Maduro además prometió en este 2022, “estabilizar y garantizar la calidad de todos los servicios públicos del país” y avanzar en un plan para restituir plenamente el servicio de agua, electricidad y gas.
Con esto de los servicios pasa igual que con la economía: al final quien más sabe la verdad es la jefa de familia, el trabajador, el estudiante, el emprendedor. Todos enfrentan a diario las penurias y dificultades de persistir en Venezuela.
La realidad no se puede tapar con discursos, desinformaciones, ni manipulación de datos. Como tampoco el estado real de un paciente se puede falsificar ocultando los resultados de exámenes a los familiares o al propio enfermo.
El problema con las terapias de shock, tanto en economía como en medicina, es que los efectos colaterales pueden ser tan serios como la propia enfermedad. O pueden dejar al enfermo vulnerable a las recaídas.
Está claro, en todo caso, que esa persona nunca será la misma, ya sea porque haya quedado sin cabellos, sin un riñón o sin una pierna.
Pretérito futuro
Para los que sueñan con un futuro que no es lo que solía ser, es bueno recordar algunos datos, como los señalados por siete importantes economistas en un reciente informe de Prodavinci, que ojalá tuviera tanta resonancia como el post en Instagram de cualquier reguetonero.
Entre estos expertos, Tamara Herrera nos recuerda que la exitosa política antiinflacionaria está focalizada “casi exclusivamente en estabilizar el tipo de cambio y no en crear las condiciones económicas que promuevan de manera inequívoca, consistente y permanente la recuperación de la producción y la productividad a través del ahorro y la inversión”.
Y mira que para hacer sostenible el control de la inflación ese camino más largo es el más seguro. Porque, ¿qué pasa si el Gobierno se queda sin dólares para intervenir el mercado cambiario?
Ya no podría contener el dique de la sobrevaluación del bolívar y con ello se dispararían otra vez los precios en un país donde buena parte de la oferta de todo es importada.
La política monetaria –dice por su parte Herrera- aniquiló el crédito bancario para llevar la cartera de crédito desde un 20 % del tamaño de la economía en 2017 hasta 0,9 % en 2021.
Y un país sin crédito, ya se sabe, no puede desarrollar un mercado, ni una industria y un comercio sólidos.
“La intervención cambiaria contribuyó decisivamente a contener la inflación este año, al producir una apreciación real del bolívar que abarata las importaciones y que amenaza con corregirse abruptamente en algún momento. En 2021 la apreciación real del bolívar fue 20 % y desde diciembre 2018 acumula una apreciación de 48 %”, señala Herrara.
A veces, el optimismo puede ser irracional, a veces sensato. Los buenos deseos, las cadenas de oraciones, no sustituyen a la información real y precisa al momento de tomar decisiones acertadas y disminuir la incertidumbre y el riesgo.
Mientras tanto, uno decide a quien creerle, si a los responsables profesionales o a los políticos inveterados interesados en perpetuarse en el poder.