Venezuela tuvo casos de manipulación informativa desde sus inicios como república, durante los tiempos de la guerra independentista. En la actualidad, atraviesa el impacto antidemocrático de una desinformación que se alimenta de mentiras en el discurso público, medios estatales que se comportan como aparatos de propaganda, cuerpos legislativos y judiciales que establecen mordazas estructuradas y laboratorios de fake news que operan en redes. También los rumores de una masa desinformada y el error eventual de comunicadores suman, accidentalmente, elementos a la crisis informativa venezolana.
Hablemos de antecedentes
La tentativa de controlar el debate público ha sido una constante en diversos períodos de la historia del país. La desinformación y uno de sus componentes, las llamadas fake news, no son fenómenos nuevos en Venezuela, aunque condiciones asociadas a las restricciones a la libertad de expresión, impuestas durante el proceso político iniciado por Hugo Chávez Frías (1954-2013) y continuado por Nicolás Maduro, supone mayor grado de vulnerabilidad ciudadana al fenómeno de la desinformación, comparable con la de otras naciones de corte ideológico socialista, tales como Cuba y Nicaragua.
Desde el inicio de su historia como república, esta nación no estuvo exenta de episodios en los cuales centros de poder han hecho esfuerzos para manipular la opinión pública por medio de la propagación de mentiras en el discurso público, así como a través del control de medios imbuidos en pugnas ideológicas.
Los antecedentes históricos de la desinformación en Venezuela podrían remontarse al uso de censura y estrategias de difusión de propaganda durante la guerra independentista, a comienzos del siglo XIX. Refiere María Soledad Hernández (2018) que en el número de lanzamiento del primer periódico impreso en el país, la Gazeta de Caracas, que circuló el 24 de octubre de 1808, se garantizaba que no se publicaría nada en la prensa sin la previa inspección de aquellos facultados por el gobierno, quienes velarían porque no fuese agraviada la Santa Religión Católica, así como tampoco las buenas costumbres, ni la reputación de persona alguna.
Pero más allá de la imposición de censura en la Venezuela en guerra independentista, con la cual se restringían contenidos y por consecuencia se omitían temas y asuntos que podrían tener interés público, la desinformación también se producía con la alteración de contenidos por conveniencia ideológica. Se trataba dominar el discurso, pues quien controla las narrativas también podría hacerse del control social. Recordemos lo que al respecto han mencionado autores como Michael Foucault: “El discurso no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y por medio de lo cual se lucha, aquel poder del que quiere uno adueñarse” (Michel Foucault, 2005[1970] P.15).
Los autores Beatriz Barrera Padilla y Jesús Navarro García (2010) investigaron la estrategia desestabilizadora en la Venezuela materializada en la propaganda y controversia de la acción contrainsurgente entre los años 1810-1821. Aludieron al espíritu agitador de personajes que intentaron forzar los mensajes a conveniencia de ciertos grupos y se percibe en sus descripciones que los contenidos falseados no estaban fuera de la ecuación. Mencionan al venezolano José Domingo Díaz, médico, redactor de la Gazeta de Caracas en los momentos realistas de la publicación.
En 1813, señalan Barrera y Navarro, Díaz se vio obligado a salir de Caracas y se residencia en Curazao, donde emprende la redacción de panfletos y escritos agitadores contra el proceso republicano en Venezuela. Volvería al país, pero sale definitivamente de la nación en 1821. De 1822 a 1828 vive en Puerto Rico, donde logra autofinanciar sus productos impresos de agitación. En enero de 1828, a propósito de un posible auxilio naval a la causa realista, Díaz difundió hechos que no tuvieron lugar, falseando la realidad:
Díaz da por hecho el desembarco –en la tercera alocución que fecha el 25 de enero de 1828– aunque no hubiera sido confirmado el hecho. Se arriesga a ofrecer la noticia aun siendo solo una suposición…. La realidad era otra bien distinta. La escuadra española no había podido auxiliar a los leales realistas pues no se habían podido encontrar ni comunicar, de hecho Laborde emprendía su regreso el primero de febrero de aquel 1828! (Barrera y Navarro, 2010. P. 126)
Ambos bandos, patriota y realista, entendieron bien que las estrategias de guerra en tiempos de revolución independentista debían incluir una valoración importante a lo impreso. “La prensa desempeñaría un papel de primer orden en las propuestas fundantes de las nuevas comunidades políticas, pues sería desde la esfera pública que se plantearía la construcción de la ciudadanía liberal como problema concreto”. (Ortega y Chaparro, 2012. P. 106) Las prácticas no excluyeron ciertas ficciones, a juicio que se desprende de algunos ejemplos.
También en aquellos tiempos de Colombia, la Grande, que incluía a la provincia de Venezuela entre los planes de integración de Simón Bolívar, el impresor del Correo del Orinoco, órgano difusor de las ideas republicanas, Andrés Roderick, denunció haber sido testigo de la manipulación de un contenido por parte del bando realista, al ser interpelado sobre su participación en la impresión de un texto durante la toma de Maracaibo. La urbe zuliana había sido recuperada temporalmente por los realistas, después de los eventos de la Batalla de Garabulla, el 13 de noviembre de 1822, combate que favoreció a las fuerzas de capitán español Francisco Tomás Morales.
Ante los republicanos, quienes habían retomado el puerto en la Batalla de Maracaibo, el 24 de julio de 1823, Roderick explicó, en agosto de 1824, los motivos de su participación como impresor de un texto de corte realista. En un fragmento de su declaración, reproducida en la Gaceta de Colombia, deja entrever la manipulación de contenidos. Según Roderick, al imprimir el Posta español, que era redactado por Antonio Pariente, este le hizo al general Morales un borrador que suponía iba a ser una carta tomada de Gurabulla. Señaló el impresor que papel que pasó por sus manos a la prensa era una invención, no una carta legítima:
Cuando llevé la gaceta a la prueba borraron varias palabras de dicha supuesta carta, y sustituyeron otras. Esta carta la conservé hasta el 17 de junio [de 1823] que entraron las tropas de la República en Maracaibo, y se quemaron los papeles de la imprenta. Juro y protesto que la tal carta es inventada de los españoles y porque es un hecho sabido entre todos los que estábamos en la imprenta que estaba casi en la oficina del despacho, y que no pasaba la más mínima cosa que no supiéramos. (Gaceta de Colombia, 29 de mayo de 1825, p. 4)
Roderick denunció que el objetivo de los realistas fue legitimar la reconquista militar, “dividir a los pueblos, desacreditar a los magistrados en representación, e introducir guerra civil”. (Ibídem).
En el siglo XX venezolano, diversas dictaduras -como lo fueron las de Juan Vicente Gómez (1908-1935) y Marcos Pérez Jiménez (1948-1958) pusieron ferro coto a la prensa, causando desinformación sobre presos políticos, exilios, torturas, entre otros temas vinculados con sus prácticas contra la disidencia.
En el pasado menos remoto, con una democracia bipartidista que gobernó al país entre 1958 y 1998, el país fue testigo de una industria de medios poderosa, con comunicación que era objeto de críticas sobre su calidad y rol social, entre estas las descritas por el autor Antonio Pasquali, en su texto Comunicación y Cultura de Masas (1972). Este investigador acusaba a la industria, especialmente a la televisiva, de descuidar lo cultural e irrespetar el carácter bidireccional que debía tener el proceso comunicacional.
En la década de los 80, con la llegada de la crisis económica que comenzaría a impulsar las devaluaciones, los medios no estuvieron libres de presiones y algunos temas eran silenciados, causando desinformación. También hubo mentiras y manipulación oficial en el tratamiento sobre sucesos que escandalizaron a la opinión pública.
Se recuerda el caso de la masacre de El Amparo, estado Apure. En el incidente, ocurrido el 29 de octubre de 1988, 12 pescadores fueron asesinados por efectivos militares. Originalmente, versiones oficiales los presentaron como supuestos miembros del grupo guerrillero Ejército de Liberación Nacional, ELN, abatidos durante un presunto enfrentamiento. Esta falsedad en el discurso público de las autoridades fue desmontada, gracias al testimonio de dos pescadores que lograron sobrevivir y que narraron detalles en instancia posterior al crimen (PROVEA, 2016).
Pero, gracias a medios críticos e independientes, las situaciones eran denunciadas, la desinformación, existente en ocultamiento de corruptelas, se matizaba, con una labor periodística que encontraba espacios para la denuncia en medios tradicionales, desde los cuales se develaban desaciertos de la dirigencia política.
“Era prácticamente imposible pensar que un periodista podría ir detenido, o que podría ser agredido, y menos por un funcionario público o por un policía en el ejercicio de su profesión. Eso no. Era algo muy distante, no lo pensábamos, no lo sospechábamos, no creíamos que eso pudiera suceder y es lo que estamos viendo hoy en día. En aquel momento, el periodismo era más de los periodistas, era más de los dueños de medios que estaban comprometidos con el ejercicio de la comunicación social. Los gobiernos de la época, mayoritariamente, como sabemos, gobiernos de AD y de COPEI, hacían lo suyo: Llamaban a los dueños de los medios a Miraflores para reunirse, exponerles, informarles, solicitarles la colaboración en uno u otro tema, pero aquello era transparente. Los periodistas discutíamos, denunciábamos y nos pronunciábamos frente a nuestros jefes en los medios de comunicación en el reclamo que considerábamos conveniente. No existía el silencio absoluto, las informaciones podrían, eventualmente, ser modificadas. Y por modificadas me refiero a parcialmente publicadas, a que algunos aspectos de la información fueran silenciados, producto de estos convenios que existían entre el Gobierno y algunos medios, o como producto de las presiones de funcionarios públicos, pero no había la posibilidad de callar por completo. No estaba planteado de esa manera”. (Elsy Barroeta, citada por Hernández, 2020, p. 57)
Pero la confrontación ideológica que planteó Chávez, al llegar al poder en diciembre de 1998, imprimió a las estrategias de desinformación la imposición de censura y la pretensión de una hegemonía comunicacional.
La pretendió a través de manipulación tarifada, con la imposición de propaganda ideológica en todos los espacios de los medios del Estado, y con una mordaza estructurada: cierres de televisoras, periódicos y radios, confiscaciones de equipos de empresas mediáticas no alineadas, levantamiento arbitrario de concesiones, establecimiento de nuevos marcos regulatorios por medio de un cuerpo legislativo afín a sus propósitos. (Hernández y Cañizález, 2016)
El propio Antonio Pasquali advirtió el descalabro de la esfera comunicacional en Venezuela, ocurrido en el actual contexto político, en el último texto que publicó, cuyo nombre refiere su visión sobre todo el devenir comunicacional en el proceso político que hoy día continúa en el país: “La devastación chavista” (2017).
Referencias bibliográficas
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