Tenemos más de dos años deseando volver a la normalidad. De hecho, ya observamos en las ciudades mayor presencialidad en todos los espacios, y poco a poco se han ido retomando las actividades cotidianas, con sus debidas resistencias. El último en incorporarse ha sido el sistema educativo en todos los niveles.
Pero esto es una nueva normalidad, por los cambios que impuso la pandemia con un largo confinamiento, crisis económica, aislamiento social y físico, enfermedad y muertes, que marcaron cambios en nuestras formas de trabajar, estudiar, viajar, y en general en nuestra manera de entender la vida, con un profundo impacto en el bienestar físico y psicológico actual.
A la fecha, todos hemos cambiado y si bien al principio pensamos en los adultos mayores como el grupo más vulnerables; investigaciones recientes señalan que el personal de salud estuvo afectado, expuesto a altos riesgos y desarrollaron trastorno por estrés postraumático o cuadros ansioso-depresivos.
Otros estudios indagaron sobre la afectación de niños, niñas y adolescentes, informando que sufrían niveles altos de preocupación, miedos por no ver a sus abuelos, al contagio y muerte, a no aprender lo suficiente, así como información errada sobre las medidas preventivas ante el Covid-19. Por otro lado, en el trabajo de Acosta (2021), se identifican otros grupos afectados y vulnerables, como: personas inmigrantes y refugiadas, privados de libertad, mujeres, docentes, cuidadores de familiares enfermos y personas con antecedentes de enfermedades psicológicas.
Durante el confinamiento, al menos tres factores afectaron el bienestar psicológico y potenciaron la aparición de emociones negativas y trastornos psicológicos, a lo que se sumó no poder acceder a apoyo psicológico fácil y económico; éstos factores fueron: la ruptura de hábitos y rutinas e instauración de otros pocos, en algunos casos no saludables, nuevas fuentes de estrés psicosocial y la exposición al tsunami de información sobre una variedad de temas ligados al Covid-19.
Infodemia, desinfodemia y desinformación
La Organización Mundial de la Salud (OMS, 2021), da el nombre de Infodemia a ese excesivo volumen de información cuya característica y esencia es cuantitativa y puede tener como consecuencia la divulgación de información falsa o dudosa, interfiriendo en la aceptación y acceso a información veraz y confiable. La OMS califica ese exceso de información como “infodemia masiva”, e impide el acceso a fuentes de información veraces y fiables. Usamos entonces un nuevo término: desinfodemia, para referirse a la información falsa sobre pandemias.
De igual forma, la UNESCO subraya el tema de la desinformación, catalogándola como una pandemia paralela a la pandemia del Covid-19. Afirma que la información y las noticias falsas afectan vidas, interfieren con la salud mental y los medios de subsistencia de las personas y han difundido falsedades que influyen en las decisiones políticas y personales.
Para Zattae (2020), esa información que puede ser sobre el surgimiento, síntomas, transmisión, curación e intervenciones institucionales, contaminan a la sociedad en diferentes ambientes informativos, interfiriendo directamente con la salud física, mental y emocional de las personas.
Por su parte, Julie Posetti y Kalina Bontcheva (2020) reafirman que el impacto de la desinformación relacionada con el Covid-19 es peligrosa y letal porque genera confusión y desacredita las fuentes de información segura y adecuada para el tratamiento que requiere la pandemia de Covid-19.
Además de la desinfodemia que generó alarmas y emociones negativas como ansiedades y miedos; los cambios en el consumo de información y el acceso a las redes sociales fueron determinantes; por esto me refiero al aumento de la conectividad para el trabajo y el estudio, lo que condujo a estar más tiempo frente a las pantallas, incluyendo niños, trabajadores y población general. Esto fue un arma de doble filo. Por un lado, sin duda, promovieron el debate y el compartir información sobre avances en el tratamiento de los diferentes aspectos de la pandemia y pudimos continuar con las actividades laborales y educativas, entre otras actividades; pero por otro, contribuyeron a difundir información falsa deliberadamente.
Las noticias falsas más frecuentes en nuestro contexto hacían referencia a formas de contagio, curas milagrosas o medicinas de tipo naturales que servían para combatir el virus, seguido de otras que apelaban a medicamentos y vacunas, y noticias acompañadas con imágenes que producían alarmas. Por ejemplo: Tomar abundante agua, hacer gárgaras con sal y agua caliente, aplicar ungüentos en la nariz para eliminar el virus, rociar alcohol o cloro sobre el cuerpo para prevenir el coronavirus.
En resumen, medios de comunicación, el aumento de la conectividad y el acceso a redes sociales, fueron fundamentales en la transmisión de la información y de las medidas de prevención y, al mismo tiempo, han sido uno de los actores fundamentales en la infodemia que generó alteraciones emocionales que describiré a continuación.
Salud mental en tres tiempos
Primer año de pandemia: miedos y ansiedad
El estudio de Acosta (2021) a un año de la pandemia, señala dos reacciones en la población general durante el primer año de confinamiento y cambios. Por un lado, los que pudieron adaptarse a la nueva situación y otros, que presentaron estrés, ansiedad, agobio y otros desordenes psicológicos.
La pandemia provocó gran preocupación y malestar emocional. Aun sin sufrir contagio, la población general experimentó irritabilidad, bajo estado de ánimo o cambios en el estado de ánimo, tensión, sensación de peligro, vulnerabilidad o pánico, dificultad para aceptar y adaptarse a la nueva realidad, problemas para concentrarse y realizar las actividades diarias, acompañados de la necesidad de consumir información sobre la emergencia sanitaria, estar en estado de alerta analizando las reacciones del cuerpo, sentirse enfermo al regresar al hogar, miedo exagerado a contagiarse, problemas para que el descanso sea profundo y reparador, entre otros.También en el ámbito clínico se constató el aumento de los servicios de ayuda psicológicas por el aumento del consumo de drogas y psicofármacos, repunte del consumo de alcohol diario, ingesta incrementada y aumento de violencia intrafamiliar.
Ese primer año, todo giraba con relación a la información del coronavirus: cadenas, noticias, reportes de contaminación, número de contagiados y muertes; y las redes sociales se convirtieron en el espacio de desahogo, preocupaciones y de pedidos de auxilio ante el malestar emocional que generó la pandemia y el encierro.
A nivel social apareció el miedo colectivo a contraer o transmitir la enfermedad y comportamientos irracionales como incremento de rituales de protección, compras compulsivas y acaparamiento de artículos de higiene, alimentos y abastecimiento de gasolina. Por otro lado, también se denunciaron agresiones y evitación por parte de vecinos hacia el personal sanitario en algunos casos por hostilidad y quejas de los familiares y acompañantes de pacientes afectados por covid-19 que los culpaban del aislamiento y separación de sus parientes o familiares.
Segundo año: duelos y fobias sociales
En pandemia vivimos situaciones de extrema dureza. La principal fue la despedida de muchos seres queridos por covid-19 y otras dolencias; así como entender y asumir la etapa de covid-prolongado (síntomas y consecuencias que se presentan una vez superada la enfermedad, que puede prolongarse hasta por seis meses y dificulta el asumir las actividades cotidianas a quien lo padece).
Familiares, vecinos, amigos, desconocidos, cifras en el mundo entero daban cuenta de la letalidad de la infección y la fragilidad de los sistemas de salud. Los duelos se sumaban, haciéndose más intensos sus síntomas y el sufrimiento. En ese segundo año, lloramos a nuestros muertos y a los de los otros y los temores se intensificaron. Nuevos miedos comenzaron a aparecer en la actividad y literatura clínica. La pandemia fue el espacio perfecto para la aparición de nuevas fobias, agrupadas en la denominación “Coronafobia” y a fobias asociadas al confinamiento y contagio como la agorafobia, fobia social, hafefobia, demofobia, claustrofobia y otras.
En relación a los aspectos emocionales, la presencia del miedo, ansiedades, colapso, agotamiento físico y psicológico y como se señaló anteriormente los duelos o la suma de duelos, fueron los estados emocionales predominantes este segundo año.
El futuro: Retos comunitarios
Más de dos años de pandemia y cambios, nos ubica en un momento de retos y nos obliga a pensar en la recuperación emocional de las personas y el fortalecimiento emocional de la comunidad.
La crisis sanitaria vivida debe verse como una oportunidad para mejorar los sistemas de salud y promover espacio para hablar y promover la buena salud mental. Este tiempo nos demostró que todos estamos afectados, somos vulnerables y también somos vulnerables ante la desinfodemia.
Los riesgos de la desinfodemia están claros, en especial exponer al peligro a los ciudadanos cuando ignoran los consejos científicos; así como estimular la desconfianza en políticos y gobiernos y duplica los esfuerzos de los periodistas para refutar las noticias falsas en lugar de informar de manera proactiva sobre nueva información.
Es necesario mantener a la población informada y propiciar estrategias de afrontamiento al estrés y la ansiedad para minimizar los efectos negativos del aislamiento prolongado y la pandemia, informar sobre las principales dolencias psicológicas presentes y que pueden mantenerse a largo plazo, insistir en eliminar el estigma que todavía se asocia a la solicitud de apoyo psicológico y las enfermedades mentales; y a nivel de políticas públicas: ampliar y mejorar los servicios de salud psicológica, conocer los procesos psicológicos colectivos presentes (duelos, ansiedad, suicidios y apoyo a las familias que atraviesan situaciones como esas) y reforzar nuestra fortaleza social para enfrentar situaciones complejas y traumáticas como el actual periodo pandémico.
Referencias
ACOSTA, Yorelis. 2021. La salud mental en Venezuela. A un año de la pandemia. Revista Cuadernos del Cendes. Año 38, N° 106, tercera época, enero-abril. 103-133
Posetti, J., & Bontcheva, K. (2020) Desinfodemia: Decifrar a desinformação sobre a COVID-19. (Resumo de políticas, 1). Brasília, DF: UNESCO Office Brasília.
OMS (2021). WHO public health research agenda for managing infodemics. https://www.who.int/publications/i/item/9789240019508
Zattar, M. (2020). Competência em informação e desinfodemia no contexto da pandemia de Covid-19. Liinc em Revista, 16(2), 1-13.