2021, segundo diciembre en pandemia. Dos años entre transformaciones y desafíos que han afectado distintos ámbitos de la vida en el planeta. Salud, educación, trabajo, finanzas, comunicaciones, relaciones interpersonales, entretenimiento… todo ha cambiado, incluso los modos de informarnos, de recibir y consumir contenidos de interés.
Ha sido un tiempo, también, en el que la desinformación se ha insertado desmesuradamente en el ecosistema comunicacional impactando la calidad de la información.
La desinformación apunta a las emociones, por eso es importante distinguir las versiones, las opiniones y, sobre todo, las alteraciones de sentido. Hay que ir a los hechos. Aquí, dos irrefutables:
Primero, la desinformación es de larga data. Su presencia se disemina antes, durante y después de la pandemia, y aunque no es un tema nuevo, cada vez hay más herramientas, sofisticados procedimientos y métodos que dificultan distinguir entre realidad y ficción.
Segundo, las imágenes han sido ampliamente usadas para mentir. Sin embargo, durante la pandemia de la COVID-19 se ha evidenciado que la desinformación basada en imágenes ha afectado informaciones claves en materia científica y de salud, áreas altamente sensibles en este escenario.
Con la intención de entender este fenómeno se ha identificado una tipología del desorden informativo y la desinformación que incluye: sátira o parodia, contenidos (engañoso, impostor, fabricado o manipulado), conexión falsa y contexto falso. En el caso concreto de la desinformación visual, Muñiz, J.A. y Navazo, P. (2021) han establecido tres categorías según la temporalidad de la manipulación y las técnicas y tácticas implementadas.
Manipulaciones fotográficas ex ante: Alteraciones que se hacen de manera previa a que exista la fotografía en sí misma. Esto puede ocurrir o antes de tomar la foto, o justo al tomarla. Acá lo que se manipula es la supuesta realidad que recoge la imagen antes o durante su registro, alterando, por ejemplo, el encuadre, la profundidad de campo, la angulación o punto de vista, haciendo recreaciones escenográficas, o jugando con la desproporción.
Manipulaciones fotográficas ex facto: Se realizan una vez la fotografía ha sido tomada, pero antes de ser publicada, es decir, en o sobre la fotografía. Se hace digitalmente, con las múltiples aplicaciones de retoque y programas de edición. Se añaden o sustraen elementos, se elaboran fotomontajes y hay una alteración deliberada en cuanto a la iluminación y el cromatismo que distorsionan el sentido.
Manipulaciones fotográficas ex post: Cuando las fotografías propiamente dichas pueden ser ciertas y recoger sin distorsión previa un instante de realidad o de hechos, pero lo que las convierte en artefactos desinformativos es su descontextualización, su marco espurio de referencia, su resignificación. Aquí se alteran aspectos conceptuales, personales (sujetos en la imagen), temporales y espaciales.
Estas clasificaciones permiten ordenar y entender un fenómeno que ha acompañando la pandemia, aunque, innegablemente, ha existido antes de ésta y es altamente probable que continúe después, en el tránsito hacia lo que algunos llaman la nueva normalidad o la era post pandemia.
En cualquier caso, debemos estar prevenidos en cada etapa del consumo informativo, especialmente ante contenidos visuales como fotografías, entendiendo que éstas pueden ser manipuladas con las más variadas técnicas, por lo que es necesario adquirir competencias que introduzcan y refuercen la alfabetización visual, permitiéndonos hacer un uso responsable de la avalancha de imágenes que diariamente consumimos, generamos y compartimos, asumiendo que éstas pueden navegar en las convulsas aguas de la desinformación.
Lejos de renegar o desacreditar a las imágenes, hay que acercarnos a ellas con mirada cautelosa, advertidos de sus posibilidades, al fin y al cabo, son poderosas herramientas y, como tal, pueden usarse para diferentes fines, todo depende de lo que hagamos con ellas, pues: “no es poderoso quien posee la fotografía, sino quien produce la información que la fotografía contiene” (Flusser, 1990).
– Flusser, V. (1990). Hacía una filosofía de la fotografía. Editorial Trillas
Referencias:
– Muñiz-Velázquez, J., & Navazo-Ostúa, P. (2021). Desinformación visual en redes sociales y medios digitales: una propuesta taxonómica de la manipulación fotográfica distribuida durante la pandemia. CIC. Cuadernos de Información y Comunicación, 26, 77-87. Disponible: https://doi.org/10.5209/ciyc.75235