Virtualización, digitalización, desinformación, infoxicación, globalización. Términos que rondan las comunicaciones y entornos contemporáneos. En tiempos cuando tenemos acceso a un sinfín de contenidos con solo mover un dedo (porque ya no es necesario hacer clic), la alfabetización digital cobra más valor y se diversifica en su significado.
Aprender a usar dispositivos digitales, aplicar nuevas herramientas tecnológicas para procesos pedagógicos, desarrollar destrezas digitales para impulsar el desempeño profesional resulta insuficiente para enfrentar y digerir la vorágine de contenidos que circula a diario en nuestros dispositivos, aplicaciones, plataformas y medios de comunicación. También se hace necesario aprender a dudar y a escoger en los entornos digitales, refiriéndonos al proceso de alfabetización digital.
Aprender a usar y algo más
Considerando la creciente y marcada brecha digital, que acentúa las diferencias entre acceso a tecnologías y la capacidad de apropiarse de ellas para aplicarlas en la vida cotidiana, desempeño laboral, producción académica o demás aplicaciones posibles, se suman factores que sobrepasan también lo generacional. Y si a esa fórmula se le agregan cantidades impensables de contenidos veraces y falsos, confirmados y manipulados, serios y parodias, el camino de alfabetización digital se hace empinado.
Entonces la carrera de la alfabetización digital tiene dos metas: la primera, como define Wikipedia: “es la habilidad para localizar, analizar, organizar, entender y evaluar información utilizando tecnología digital. Implica tanto el conocimiento de cómo trabaja la alta tecnología como la comprensión de cómo puede ser utilizada”, y la segunda tiene que ver con vencer las consecuencias de la infodemia. Es decir, conocer y saber utilizar la tecnología en medio de un constante desarrollo de criterio que permita discernir entre la calidad, veracidad y pertinencia de contenidos que llegan, envían, reciben, pululan…
Según la Organización Mundial de la Salud, la infodemia “se deriva de la conjunción de los términos “epidemia” e “información” y hace alusión a un exceso de información (veraz o no) que dificulta que las personas accedan a aquella proveniente de fuentes fiables y obtengan orientaciones válidas en momentos en que se hace más necesario para la toma de decisiones”. Este término cobró mayor importancia durante la fase inicial de la pandemia por COVID-19, y en el Observatorio Venezolano de Fake News desarrollamos textos para nuestras secciones en profundidad y para estudiar sobre el tema, que aportara al debate sobre el consumo y difusión de información oportuna, de calidad y de servicio en medio de una contingencia sanitaria. Y es en ese contexto de constante y creciente flujo de contenidos en el que se hace imprescindible el esfuerzo por contribuir en la formación de capacidades y técnicas para digerir los flujos de información.
Herramientas, técnicas y criterio frente a la desinformación
Son numerosos los esfuerzos de plataformas y emporios para garantizar la calidad de los contenidos que se difunden. El desarrollo de herramientas en línea y gratuitas dedicadas al escrutinio de contenidos textuales, gráficos y audiovisuales ha registrado un crecimiento sostenido. Todo en procura de una sociedad protegida contra la desinformación digital.
Iniciativas como Medianálisis, de la mano con sus proyectos como Cotejo y el Observatorio Venezolano de Fake News, han desarrollado distintos espacios formativos para abonar ese terreno de la alfabetización digital. Desde la difusión de contenidos que incluyen explicación de términos y herramientas para su aplicación práctica en la verificación de contenidos, sesiones en línea de debates, entrevistas foros e intercambios con expertos en áreas temáticas que se ven inmersas en procesos desinformativos, así como la creación de espacios pedagógicos que reúnen a docentes y participantes en entornos pedagógicos virtuales con procesos formales de acreditación.
Lo anticipó la periodista y catedrática Moraima Guanipa: “A la manera de un muñeco porfiado, los periodistas habrán de persistir en aquello que no cambia como exigencia: su capacidad para obtener información de fuentes válidas, verificar, analizar, interpretar y contextualizar los hechos, además de ofrecer narraciones atractivas en diversos formatos y plataformas”.