Hace dos años, incrédulos los venezolanos quedamos sorprendidos cuando el gobierno nacional decretó el Estado de Alarma en todo el territorio al detectarse los primeros casos de coronavirus en el país, justo después de 48 horas cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarara la pandemia mundial. Desde ese marzo de 2020 pareciera que transitáramos en una montaña rusa, con empinadas subidas y sus respectivos descensos escalofriantes ante la incertidumbre del porvenir. La comunidad científica internacional y los grandes laboratorios comenzaron a realizar sus trabajos en búsqueda de una vacuna o medicamento para contrarrestar y combatir los efectos mortales y catastróficos que genera el virus.
Esto ha sido un caldo de cultivo para las informaciones falsas o falseadas. Medias verdades, bulos, fake news se mezclan en la cotidianidad y en muchas ocasiones imponen su narrativa sobre la realidad.
Durante estos dos años de confinamiento el Observatorio Venezolano de Fake News ha levantado una base de datos con observadores en varias ciudades y regiones del país que “pescan” y documentan noticias e informaciones con poca o ninguna rigurosidad periodística y son sometidas al escrutinio para determinar la veracidad o falsedad de las mismas.
Desde 2020 a lo que va de 2022 se han documentado 609 unidades que resultaron contenidos falseados sobre coronavirus, contra 83 unidades que fueron verificadas como ciertas.
Del total de bulos 545 unidades circularon por WhatsApp, convirtiendo al novedoso ícono verde con la gráfica del antiguo auricular, en la plataforma por donde viaja velozmente la información falsa, errónea o engañosa. Muy atrás se registraron en Twitter 73 unidades. 32 a través de Telegram. 14 en Instagram y 14 en páginas web. Una en Youtube al igual que una en Tik Tok. Y dos a través del módulo de consulta ciudadana.
Rememorando el término o calificativo que se popularizó en la década de los 90, la superautopista de la información, todo indica que WhatsApp no tiene competidores en esta amplia red de sistemas digitales que transportan “mercancía” informativa en este mundo globalizado.
¿En Venezuela cuántos usuarios tienen WhatsApp o cuántos teléfonos inteligentes están en manos de los ciudadanos? La respuesta es fundamental para al menos percibir el impacto de lo que implica la multiplicación a gran escala, a solo un click de una información falsa o engañosa.
A principios de 2016 el consumo de datos móviles en Venezuela era tres veces superior a Argentina y Brasil y cinco veces más que México según un estudio de la empresa Telefónica, propietaria de la operadora Movistar, en un trabajo publicado por el periodista Daniel Pardo para BBC News.
Justamente en marzo de este año 2022 la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel) presentó un informe con las cifras del sector con un año de retraso, es decir, los números del sector al cierre del año 2020.
Si bien es cierto que la reducción de líneas celulares activas disminuyó en más del 10 % con respecto al 2019, el número de teléfonos inteligentes aumentó de 13.7 millones a casi 14 millones entre 2019 y 2020, es decir, uno de cada dos venezolanos tiene un aparato de este tipo, lo cual pudiera evidenciar que a un año de la pandemia los ciudadanos buscaron una manera de informarse ante un hecho inédito que ha generado temor y desasosiego.
Narrativa política y popular se impone a la científica
Basta consultar a familiares y amigos o salir a la calle y preguntar si conoce cuál es el origen del coronavirus, para darnos cuenta de que a pesar de los dos años de que la OMS declarara la pandemia por COVID-19, del Decreto de alarma por el gobierno nacional y la cantidad de información que ha circulado, la mayoría de las respuestas están ligadas más a aspectos políticos y supersticiones relacionadas al imaginario popular, más que al hecho real y científico.
Esto se debe, en gran parte, a la réplica de mensajes de líderes políticos. Recordemos que a principio de la pandemia, Nicolás Maduro intentó vender la tesis de que todo esto se trataba de una guerra biológica incentivada por supuesto por el imperio estadounidense, pero de igual manera Donald Trump entonces presidente de los Estados Unidos, habría dicho que el coronavirus era un invento de los demócratas, o inclusive Jair Bolsonaro presidente de Brasil que le ha restado total importancia y no usa tapabocas en sus presentaciones públicas en un país donde se han registrado 650 mil muertes según datos aportados por el propio Ministerio de Salud de ese país al inicio de este mes de marzo, lo que lo ubica como el segundo país con mayor número de víctimas por COVID-19 en el mundo, luego de Estados Unidos y como el tercero en cantidad de infecciones solo superado por la nación estadounidense y la India.
La comunidad científica mundial coincide que el origen del virus es animal. “Como otros coronavirus tiene un reservorio en los murciélagos, que al dar un salto entre especie, en este caso hacia el pangolín (un tipo de armadillo asiático), vuelve a dar otro salto hacia el humano. Nada de virus creados en laboratorios ni tampoco por haber tomado una sopa de murciélago, como se ha difundido”, así lo reseñó la periodista Florantonia Singer en un reportaje titulado Verdades y mentiras del coronavirus publicado en el portal web del OVFN cuando dialogó con Flor Pujol, viróloga molecular del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC).
Aumentan los contagios pero disminuye el interés
Aún antes de que se declarase la pandemia en enero de 2020 el OVFN detectó el primer bulo sobre un contagio de coronavirus en una clínica privada de Puerto Ordaz, estado Bolívar, de un ciudadano asiático quien viajó desde China a nuestro país porque trabajaba en un convenio con PDVSA. La información resultó falsa. Ese mes cerró con cinco bulos. En febrero se documentaron 14, en marzo la cifra se quintuplicó con respecto al mes anterior y alcanzó los 71 bulos, mes en el que Maduro decretó el Estado de Alarma nacional luego que la OMS declaró al COVID 19 pandemia global.
Al menos durante la mitad del mes de marzo y abril, Maduro junto a Delsy Rodríguez, presidenta de la Comisión para combatir el coronavirus, realizaron alocuciones por el sistema de radio y televisión público, dado el interés de estar informados los medios de comunicación privados se “pegaban” a esta transmisiones que regularmente se registraba entre las 6:00 de la tarde y las 7:00 de la noche.
Durante el mes de abril se detectaron 75 bulos. En mayo descendió considerablemente a 28 y para junio apenas se detectaron 4 informaciones falseadas sobre el coronavirus.
A partir de este mes que marca la mitad del año se nota una progresiva disminución de atención a la pandemia a pesar de que ya se registraban 8 millones de contagiados en el mundo y seguía el ascenso. Venezuela está en una fase de aumento de contagios, a pesar que Delcy Rodríguez, también vicepresidenta, insiste que el país mantiene aplanada la curva de contagio de coronavirus, además que América Latina ha sido identificada por la OMS como el centro de la pandemia.
El yerberito llegó también para la COVID-19
Así como la añeja melodía de Celia Cruz destaca que el yerberito trae “tierra santa pa la garganta/ keisimón pa la hinchazón/ abrecaminos pa tu destino/ y ruda pa´ el que estornuda”, en estos tiempos de COVID-19 también han abundado los remedios caseros con especias y demás yerbas aromáticas para enfrentar, sobre todo, la incertidumbre generada por la infodemia de la que todos estamos contagiados.
Decenas de remedios, bebedizos y pócimas circulan por las redes sociales, pero ya antes han transitado un camino por “radio bemba”, sobre todo transmitido por abuelas y madres que se han encargado de repetir lo que en otras generaciones se ha utilizado para enfrentar enfermedades.
La receta más simple que corrió como pólvora es la de hacer gárgaras o tomar infusiones calientes con agua, limón y bicarbonato pero los bulos se complejizaron y comenzó a circular una palabra que se repitió hasta el cansancio: alcalino. Sin comprender mucho el asunto el argumento dado por quienes aseguran que este remedio es infalible contra el coronavirus, es que sube el nivel de PH para contrarrestar el virus.
Entonces al agua calientita con limón y bicarbonato se le podría agregar ajo, naranja, piña, berro hasta mango y aguacate porque estos productos tienen propiedades alcalinas.
El 29 de marzo de 2020, a escasas dos semanas del decreto de alarma nacional, circuló por redes sociales una información de pruebas que habría hecho la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Carabobo que expuso el virus al eucalipto y el resultado fue que “se notó que el virus sucumbió hasta quedar neutralizado por completo”. La nota resultó falsa.
Las curas milagrosas van acompañada con cierto grado de esoterismo y sincretismo religioso. En una crónica publicada por el OVFN en noviembre de 2020, Jesús Piñero reveló que en Petare en el estado Miranda, un consultorio de un médico italiano con más de 35 años en el sector, identificado como Francesco La Russa D’Agro permanece vacío. En cambio los centros espiritistas de la zona 7 de esta populosa barrriada se encuentran abarrotados de pacientes en espera de ser atendidos por el hermano Guayanés, la hermana Indira, Juan del Volteo o la india Urquía.
Teorías conspirativas y antivacunas
El coronavirus es una arma biológica impulsada por China. Otros aseguran que por Estados Unidos. Es un esquema para reducir la población mundial impulsado por Bill Gate. Ha sido creado para que las grandes farmacéuticas ganen muchos millones de dólares. Estos y otros argumentos son expuestos por movimientos que ven teorías conspirativas tras la aparición de la pandemia por COVID-19 incluso afirman que es un producto de la tecnología 5G.
Stephan Lewandowsky, profesor de psicología cognitiva de la Universidad de Bristol en el Reino Unido y experto en desinformación, explicó a través de una entrevista concedida a BBC News en noviembre de 2020 que cualquier situación de miedo donde la gente sienta que pierde el control de su vida hará que algunos se vuelvan susceptibles a las teorías conspirativas. Aseguró que una pandemia es un caso supremo que atemoriza a la gente y la deja sin certezas.
Es evidente que una de las consecuencias inmediatas de quienes simpatizan con estas teorías es rechazar vacunarse. La agencia de noticias alemana Deutsche Welle (DW) publicó en octubre de 2020 que unas 500 personas bloquearon una carretera en Guatemala y destrozaron los autos en los que trasladaban personal médico de brigadas de vacunación móviles. También destruyeron unas 50 dosis de vacunas. Sin embargo, en la relación costo-beneficio, parece que siguen ganando las vacunas. El Laboratorio Matemático de Londres sentenció –en un trabajo difundido por el medio colombiano Semana.com– que en los días en que no se aplicó la vacuna de AstraZeneca aumentó la mortalidad por COVID-19 en países como Francia e Italia.
No repetir como loros
“Tener información clara, oportuna, veraz y de fuentes confiables es vital para las personas que están viviendo distintas situaciones en esta pandemia. Contar con información que, además, reconozca la incertidumbre y ayude a las personas a protegerse y prepararse para los diferentes posibles escenarios durante la pandemia es fundamental para contener el avance de la COVID-19, los temores relacionados con ella y mitigar sus consecuencias”, este argumento es parte de una guía para periodistas que publicaron en conjunto la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) en abril de 2020.
Esto aplica para comunicadores y también para todos los ciudadanos que dejaron de ser receptores pasivos y con sus móviles o computadores se han convertido también en productores o replicadores de contenido.